Naces nuevamente en nuestras almitas buenas




“I am not brave
I'll never be
The only thing my heart can offer is a vacancy
I'm just a girl
Nothing more
But I am willing, I am Yours”
Francesca Battistelli: Be Born in Me (Mary)

Heridas en el cielo...
Aldea tejida de soledad y de noche...
Violín que abriendo su alma
enciende de ayes el amanecer...
Fagot que dobla
por el Sembrador de caminos...
Lágrimas
de amor…
María y Magdalena acuden
al sepulcro para cuidar a Jesús, ayayya...
Un ángel
ilumina sus rostros aún ocultos por los mantos del luto,
late y sonríe con voz alma...:
"Mujeres, no temáis, el que había muerto, ha resucitado..."

Sonrisas dialogadas de piano...
Alboradas que tímidas
lucen en las aldeas Nazareth, Betsaida, Judea...
Estremecimiento matinal que sobrecoge a los peregrinos
que saludan el nuevo amanecer
y al Peregrino que se une a ellos...
Besos de clavecín y piano...
El cello destejiendo
gritos de cigarras
por el camino...
mientras dialogan..
mientras el Peregrino,
el Sembrador de caminos,
como en más de una ocasión
les mira a los ojos, pronuncia sus nombres
y parte el pan, ayayay, ese pan...

Alas de violín...
Alborá en la madrugá…
Heridas de luz en la noche…
Valses donde
el Papá bueno agita
suave los cirros sobre un hogar
en la aldea de Judea...
Candilejas que apenas
aciertan a dar luz a los ojos
y a las almitas buenas de los apóstoles y María, ayayyay
Tormentas
donde sus pechos se agitan
de nuevo,
donde nosotros volvemos Pedro
a negar tres veces
a dejar de tener fe en nosotros,
a olvidar de quién somos hijos…

        
Plegarias…
Aleluyas…
Voces de ángeles que laten
en nuestras manos, en nuestras miradas,
en nuestros brazos…
Latidos que por fin tras la puerta
encuentran a Jesús…
Olor a  madera de fresno, hierbabuena, azucena y pan,
como tan bien recordara en su almita María, ayayay…
Sus nombres, ay sus nombres,
como hace ya…
en el camino,
pronunciara el Sembrador
renacen en unas manos, en un abrazo,
en besos, no una vez, no ciento, no miles, si no ciento de miles:
Simón, hijo de Juan (el llamado Pedro),
los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, Andrés, Felipe,
Bartolomé, Tomás (ay, Tomás, ven y pon tus dedos en mis llagas),
Mateo, Judas Tadeo, Simón…
Y que hoy, dos mil años después
vuelve a besar nuestras mejillas
vuelve a pronunciar nuestros nombres,
habrán cambiado los rostros,
habrán cambiado las circunstancias,
pero Él no se olvida, no se olvida
de ti, de ti, de ti, de ti, y por supuesto que no, de mí…
y besándonos se despide una vez más
imponiendo su mano en nuestros pechos,
nuestras almitas buenas…
“Hermanos, madre, hoy, he amanecido,
por fin he amanecido…”

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