Anochecer en Judea...



    
    La mañana enciende de guirnaldas cálidas
 el sendero de Judea. El sol ha ido pellizcando de aurora sembradíos y senderos por donde transitan comerciantes y peregrinos. Una niña se encuentra con Jesús, el Sembrador de caminos quien se apoya sobre su rodilla izquierda para mirarla con esa sonrisa que cimbrea de alma la alborada y las almas peregrinas por el sendero...
      -Pequeña, -nuestro Sembrador de caminos le coge de las manos-, ¿por qué andas como si tuvieras todo el edificio del mundo sobre ti? Si te viera mi papaíto bueno, jajajjaj... -le despeina el cabello de hebras castañas azoradas- ¿te das cuenta de los dones extraordinarios que en ti laten? ¿te das cuenta de la hermosura de la luz y del alma con que abrazas y proteges a tu muñeca? ¿te das cuenta de la necesidad de ser amada que hay en ti? ¿dónde se han ido los demás?
     -Señor, estoy sola... -responde apenada nuestra niña.
      -No te preocupes, yo tuve que quedarme solo para que millares de hombres y mujeres me abrazaran y me permitieran latir por siempre en su pecho y almitas buenas...
      -Pero, Señor...
     -Pequeña, llámame Jesús...
      -Se... Señor.. yo no soy como Usted...
      -Ayayyayay..... canta pequeña y tus manillas volarán como las alondras; sonríe y el arroyo quebrará sonrisas de agua entre tus ojos; abre tu corazoncito a la ventana de los demás; ponte en camino y los demás descubriendo la luz y amor que hay en ti, querrán compartirlo, querrán llenarse de tu luz...
      -Pe...pero Señor...
      -Pequeña, llámame Jesús....
      -Je-- Jesús... pero mis padres han muerto, mis compañeros me han abandonado y no soy más que una pequeña niña...
      -Ayayayay... Pequeña, ¿ves estas manos? -Jesús le muestra unas manos de carpintero; unas manos que aún así resplandecen de ternura, de latidos, de primavera en los ojos de nuestra niña- Tuvieron que ser atravesadas por clavos para que muchos hombres quisieran que les tendiera la mano; pequeña, ¿ves este pecho? Fue atravesado por una lanza para derramar su semilla y pétalos de amor a tantos a tantos necesitados...
      -Dame tu mano, pequeña, y ven anda mi sendero, agárrate a mi túnica y mi cayado nos llevará; ábrete a tu corazón, no te cierres más a él, y castañuelas locuela trenzarás dobles latidos en el corazón de los demás, mi niña... Un día, mi niña, dirás que sí a un ángel que se aparecerá ante ti y te pedirá si quieres ser madre...de un niño... del mesías...
     -Jajajajaj... Ahora sí que pienso que usted no está muy cuerdo...
      La noche iba encendiendo sus candiles entre techos y pajares de Judea. Los pequeños olivos y encinas hilaban de latidos el camino entre Jesús y la niña. Al llegar el anochecer, Jesús, nuestro Sembrador de caminos, recostándose bajo una vieja encina recuesta a la niña entre sus manos...
      -Y usted ¿cómo sabes todas esas cosas?
      Entonces los ojos de Jesús sonríen como sonrieron en los ojos de la hebrea Maria, su madre, en tantas ocasiones.. En la niña, estos ojos se convierten en las manos y en la plegaria que esa noche la arrulla repitiendo su nombre:
     -Maria Maria Maria... -mientras en su pecho no puede si no latir cada palabra de su madre, cada lágrima ante su ausencia, cada grito mudo ante las espinas, que llegarían, cubrirían su cabello..., cada mirada que ansiosa le abrazó y le arrulló antes de ser colgado en la cruz...
 
De Pruden Tercero Nieto, 31 de agosto de 2014.

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